
Estaba observando el hermoso tono morado difuminado de una uva cuando mi abuela me dijo que las flores de la vid son muy pequeñitas, entonces se me ocurrió que las frutas son como embarazos enormes, semillas fecundadas esperando las condiciones propicias para eclosionar.
Pensé en la exhuberancia descarada de las flores emitiendo polen y recibiéndolo en sus expandidos pistilos, pensé en los perfumes que buscan agradar a quien los percibe, ya sea una coqueta pantera emitiendo endorfinas o Calvin Klein produciendo su nueva escencia para la temporada otoño-invierno, también ví la olla de champiñones guisados que no son otra cosa que la forma reproductiva del inconspicuo micelio o verdadero hongo.
Al imaginar las transformaciones de las frutas, las tendencias de moda y las personalidades públicas al deleitarse con la atracción que generan, repentinamente me pareció que todo lo que vemos es una sensual manifestación de la preservación de la vida.
Publicado en la edición 398 año 8 del Informador en la editorial dominical del grupo Razón y Acción
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